
(Cba Noticias - Sol Aguirre) Hay días que uno no se olvida en toda su vida. Hay gente que uno no se olvida en toda su vida. Y a veces, hay días en que uno no olvida el día en que conoció a gente que no se olvida. Cuando esta conjunción ocurre, alguien que nos asombra pasará a ser inolvidable.
Los diarios informaron días atrás que Charly García cumplió 57 años. Como tantas otras veces en las que anunciaron su muerte y posterior resurrección, ésta fue una más. Pero lo que no tendrá ni muerte ni resurrección sino continuidad y críticas será su obra. Charly es ya un mito con vida. Y su vida es, también, un mito. Supo hacer de su persona un personaje polémico, por muchos queridos, por muchos detestado. Supo hacer con su música historia. Las desaforadas e impulsivas ocurrencias que lo invaden pocas veces lo favorecen, pero no logran ni lograrán opacar el legado artístico y creativo de este artista.
Recuerdo aún el primer día en que escuché su voz de joven adolescente entonando temas de Sui Generis. Con mis inocentes 10 años, me aficionaba hurgar en lugares ignotos, allí donde los objetos quedan inmóviles por tiempo incontable. En la cochera de casa la tarde me sorprendió al encontrar una caja con casettes que mi mamá escuchaba en su época universitaria. Me inquietaba saber que habitaba esas cintas. El play sobre el radio grabador trajo a mis días su voz. Fue un día inolvidable. Aunque con mi corta edad no lograba entender íntegramente las letras, lo que ese casette escondía me sonaba a algo virtuoso, digno de escucharlo hasta gastar la cinta.
Luego el tiempo haría de sus letras una oración cotidiana para mí, una poesía para desgajar y disfrutar. Fue cuando comprendí que su voz sonó, retumbó y se hizo eco denunciando con el canto lo que todos callaban. Escrachó a la dictadura, contó sobre los desaparecidos, habló sobre la triple A, alzó su voz contra la represión. Sacó a lucir su valentía tratando de gambetear a la censura cuando a todos les irrumpió la cobardía.
Arriesgó su vida cantando sobre la oscura realidad que azotaba nuestros días dictatoriales mientras la mayoría elegía, por cuestiones obvias, hacerlo desde el exilio. Es el que conjuró a la Argentina de plomo escribiendo: “No cuentes que hay detrás de aquel espejo: no tendrás poder/ ni abogados/ ni testigos/ Enciende los candiles que los brujos piensan en volver a nublarnos el camino”.
El resto, es el Charly actor, el que hace de su vida un escenario. Él mismo admitió: “hay un porcentaje de verdad y de mentira en lo que cuento…y ni yo sé la diferencia.” Es el que siempre deja algo que decir, pero no por su música sino por sus transgresiones. Son los escándalos efímeros, los que con el tiempo se recordarán sólo como anécdota y sobre los cuales él mismo ironiza. Como cuando entró a un recital en una ambulancia después de haber salido de un neuro-psiquiátrico en ella. O cuando mostró un cuadro-collage de su propia autoría que mostraba la foto de él con Menem y otra de los Rolling Stones con el ex presidente, imágenes sobre las cuales escribió “Prostitución”.
Mientras tanto, su música será referente inoxidable. Hablan de él como un genio incomprendido o como un tipo que necesita psiquiatra. Mi única certeza es que el pedido que canta en uno de sus temas, que “alguien en el mundo” piense en él, hace tiempo es un hecho. Llegó a la vida de muchos en un día cualquiera. Pero desde ese momento, ese día pasó de ser uno cualquiera a ser el día en que descubrimos a Charly. Para asombrarnos con sus composiciones. Para escuchar su música. Para no olvidarlo.
Su última creación, “Kill Gill”, sólo se encuentra por Internet. Es un “disco” al que él pretende hacerle modificaciones permanentes con técnicas de sobregrabaciones, superposiciones para “quebrar la manera cuadrada de hacer discos”. Allí, en su tema “Transformación”, parece que lanzara un mensaje contra los que pretenden ponerle rótulo a su arte y rating a sus decaídas: “No digas que estoy mal, yo la estoy pasando bien, yo sé por qué/ No insistan en ponerme cerraduras/ Soy libre y no pienso desistir/ Cuando quiero salir, no me importa morir/ No tengo fin”.
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