LaVozDelInterior publicó una nota a cerca del trabajo de los movileros de la televisión local. ¿Cómo trabajan?¿Cuál es su rutina?¿Qué es lo que más disfrutan?
Son las caras que se repiten en marchas, actos, diluvios e incendios, los que ponen el cuerpo en la noticia. Néstor Ghino, Karina Vallori, Valeria Gamboa, Héctor Emanuele y Damián Carreras son apenas algunos de la veintena de cronistas que todos los días se enfrentan a la intemperie de la ciudad. Y cuando se acuerdan de los saqueos de 2001, el incendio en el Garden o el motín de San Martín, es porque estuvieron ahí. Y hay pruebas.
Con diferente cantidad de años en la calle, diversos perfiles, experiencias y formas de encarar su trabajo, aceptaron reunirse, entre tazas de té y café, para contar cómo es aventurarse cada día en la calle, micrófono delante y cámara detrás.
Animal de calle. “Parece que hoy va a estar tranquilo”, le dice el cronista al camarógrafo. La nota del día son los pozos que las lluvias dejaron al descubierto. Mientras el movilero maneja, a los tumbos en un asfalto que parece terreno lunar, su compañero saca la mitad del cuerpo fuera para filmar el estado de la calle. Pasa un taxista que busca la cámara y se despacha con una larga serie de adjetivos sobre la situación y, de yapa, sobre el intendente Juez. “¡Muestren cómo está esto!”, grita y dobla en la esquina.
“Somos los que ponemos la cara en la calle. La gente nos conoce y nos busca para avisar cosas, para quejarse, a veces hasta porque se enojan con algo que dijo el conductor del noticiero”, larga Valeria Gamboa en la mesa rodeada de colegas. Emanuele toma la posta y sigue: “Córdoba es chica y somos los más expuestos. Los móviles están identificados y nuestras caras son reconocidas. A los conductores no se los encuentra en la calle y a los cronistas de radio no todos les conocen la cara. A nosotros nos llaman, nos paran. Somos ese resorte de la difusión de un problema”.
El semáforo está en rojo por pocos segundos y el cronista aprovecha y se acerca a un auto. “Jefe, ¿cómo ve el estado de las calles?”. Mientras hace la pregunta, el camarógrafo graba, esquiva los otros autos y espía si cambia la luz. El verde los sorprende y los dos sortean el resto de los vehículos que tocan bocina.
“La calle es como un animal. Si llevás esto adentro, sos un animal de calle, estás buscando, mirando lo que otros no ven”, sintetiza Carreras. Y la palabra adrenalina está en boca de todos para tratar de explicar cómo se vive este trabajo. “Te levantás sabiendo que todos los días podés hacer algo distinto. Pueden tocarte notas de agenda o un viaje a San Francisco por las inundaciones”, dice Emanuele. Ghino agrega: “Esas noticias te sacan de lo rutinario, te oxigenan, hacen que valga la pena lo que hacés”. En tanto, Gamboa explica qué es la “vivencia de la noticia” y Karina Vallori toma la palabra, los movimientos de asentimiento que hacen sus colegas con la cabeza confirman que la impresión es compartida: “Hay una pasión periodística que te sube la adrenalina, tanto que a veces no te das cuenta de los riesgos. Pero si no existieran, creo que nos aburriríamos”.
Suena el celular. Al cronista le avisan que un funcionario de la Municipalidad corrobora en el centro cómo se arregla el asfalto. Hacia allá parte el auto, que se estaciona en lo más neurálgico del centro, donde un vendedor de praliné saluda al cronista y le hace los chistes futboleros de rigor. El periodista saluda, prueba el micrófono, lo enciende y lo dirige al funcionario.
“A veces se tergiversa nuestro rol. Mucha gente nota que se rompió el canal con las instituciones y viene a nosotros, que es relativamente más fácil”, explica Ghino. En seguida, Carreras completa: “No sé si es tanto más fácil, como más efectivo. Cuando la gente agota las posibilidades, tras la denuncia, colas en comisarías, CPC o tribunales, recurre al medio, y a la semana se lo solucionan”.
Y ese rol en el imaginario colectivo es el que algunos señalan como fuente de estrés. Otras son la presión del tiempo, el contrarreloj y las salidas en vivo. Para todo hay una anécdota, algunas en tono grave, otras con un toque de humor negro. Ghino recuerda que tuvo que hacer una salida en vivo, con encuestas a la gente sobre la caída de las Torres Gemelas. Evoca que encontró un bar, bastante oscuro por cierto, y en el apuro por salir al aire, se acercó a una pareja arrinconada por demás. Encandilado por las luces de la cámara, el entrevistado hacía lo imposible para cubrirse la cara con el saco, mientras mascullaba que no tenía opinión formada y la mujer miraba para otro lado. “No me avisaron que era un bar de trampa”, recuerda Ghino, que aclara que no tenía intención de deschavar a nadie.
La imagen sí es todo. Gamboa señala algo que, anticipa, puede ser una obviedad, pero es clave en su trabajo: “En un diario, con un off the record hacés una tapa; en radio con un llamado telefónico hacés un notón. En la tele, tenés que tener la imagen, el testimonio, la elaboración”. ¿Qué significa eso? Que no basta contar una tragedia, hay que tener el testimonio del protagonista; hay que mostrar lo más intenso del enfrentamiento entre policías y manifestantes, hay que exhibir el auto destruido. Y para lograr eso, hay que, sobre todo, llegar a tiempo.
“Te avisan de un accidente a 50 kilómetros y tenés que estar ahí justo. Sorteás obstáculos, si llueve vas igual, salís a la velocidad que sea porque hay que conseguir la imagen”, cuenta Carreras. “Y si hacés la nota del día 15 minutos antes del noticiero, tenés que llevarla a tiempo. Si no, esa noche sale en otro canal y al otro día no sirve”, agrega Emanuele. Y Ghino completa la idea: “En esos momentos la pasión supera la razón. Al otro día te cae la ficha de lo que arriesgás y prometés no hacerlo más. Hasta que te olvidás y estás en el ruedo otra vez”.
La palabra riesgo es otra de las que se repite, pero las opiniones se dividen entre las de quienes fueron víctimas de robos (cámaras, equipos) y las de quienes hasta ahora no tuvieron que pasar el mal trago. Las precauciones a veces son mínimas, otras implican restringir lugares y horarios de notas o ir con móviles policiales.
Terreno sinuoso. Cuando suena un celular, el cronista sabe que las indicaciones del productor pueden, por ejemplo, avisarle que de un informe sobre los baches, tiene que partir a la marcha por un niño muerto y después ir a la feria de las artesanías.
“Lo nuestro es todo terreno –dice Gamboa– . Es bueno porque no nos encasillamos, pero tenés que saber de todo”. Alguien se acuerda de cómo pasó de una inundación, a la cancha de Belgrano y terminó en la Legislatura. Y si quedó barro en la corbata, o se corrió el can can, más vale que no se note.
Por la noche, en un televisor prendido, se escucha al conductor presentar el informe sobre el estado de las calles. En apenas un par de minutos, se suceden las imágenes, encuestas y entrevistas que llevaron toda una tarde.
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